Impulsan científicos recuperación del coral en Bahía de Banderas

- La estrategia de restauración se ha adaptado a las nuevas condiciones climáticas, cultivando los corales a mayores profundidades para protegerlos del estrés térmico provocado por el aumento de la temperatura del mar.
- Estos trabajos son vitales para rehabilitar los servicios ambientales que proveen los arrecifes, como refugio para la biodiversidad y sustento para la economía local a través del turismo y la pesca.
Un equipo de científicos del Centro Universitario de la Costa de la Universidad de Guadalajara (UDG), encabezado por el profesor investigador Amilcar Levi Cupul Magaña, impulsa un programa de restauración de corales en el Parque Nacional Islas Marietas, en Bahía de Banderas.
Este esfuerzo, que cuenta con el apoyo del proyecto Nado por las Ballenas, busca revertir los devastadores efectos del blanqueamiento masivo ocurrido en 2023, provocado por un anómalo y persistente aumento en la temperatura del mar, fenómeno intensificado por el cambio climático.
La estrategia consiste en recolectar fragmentos de corales que sobrevivieron al estrés térmico, cultivarlos en viveros submarinos y, una vez que alcanzan un tamaño adecuado, trasplantarlos a las zonas del arrecife más afectadas para rehabilitar el ecosistema.
El coral: un animal constructor de ecosistemas
¿Qué es un coral?
Los corales, a menudo confundidos con plantas o rocas, son en realidad animales coloniales pertenecientes al filo Cnidaria. Estos organismos, de estructura simple, forman esqueletos de carbonato de calcio que, con el tiempo, construyen las complejas estructuras tridimensionales conocidas como arrecifes.
Su supervivencia y crecimiento dependen de una relación simbiótica con microalgas que habitan en sus tejidos, las cuales no solo les proporcionan hasta el 90% de sus requerimientos metabólicos, sino que también son responsables de sus vibrantes colores. Esta asociación permite que los corales dediquen su energía a crecer y formar los arrecifes que albergan una inmensa biodiversidad marina.
La fragilidad ante el cambio de temperatura
El equilibrio de este ecosistema es sumamente frágil y depende de condiciones específicas de temperatura. Los corales del Pacífico mexicano prosperan en un rango térmico de entre 20 y 30 grados Celsius, con un desarrollo óptimo entre los 27 y 28 grados.
“A los corales los asociamos con las zonas tropicales. Es decir, con aguas cálidas, muy transparentes y eso permite que tengan una buena calidad de luz y puedan crecer. Pero aquí hay una limitante, su desarrollo óptimo se da entre los 27 y 28 grados centígrados. Esa temperatura es cuando crecen y están de lo mejor. Sin embargo, pueden vivir en aguas a una temperatura entre 20 y 30 grados centígrados”, señala el profesor Amilcar Levi Cupul Magaña.
Cuando la temperatura del mar supera estos umbrales de manera prolongada, como ocurrió en 2023 alcanzando los 32 grados, los corales experimentan un intenso estrés. Este estrés provoca la expulsión de las microalgas simbiontes, lo que a su vez causa la pérdida de color del tejido coralino, que es translúcido.
Este aumento en la temperatura del mar no es un hecho aislado. Investigaciones del equipo de la UDG, basadas en registros de los últimos 20 años, muestran una clara tendencia al alza.
Esta situación se agravó por fenómenos naturales como “El Niño”, un evento de sobrecalentamiento de la superficie oceánica que antes ocurría en ciclos de 2 a 7 años, pero que debido al cambio climático, ahora se presenta con mayor frecuencia e intensidad, acortando los periodos de normalidad climática.
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Un proyecto de resiliencia y ciencia
El incremento del turismo provocado, entre otros, por la masificación de lugares icónicos a través de las fotos y videos que comparten los visitantes en redes sociales, derivó en un descontrol a nivel mundial de zonas naturales y culturales. México no fue ajeno a este fenómeno, sus playas, monumentos y espacios naturales como montañas, bosques, lagos y arrecifes se han visto expuestas a un turismo de experiencias que a veces está fuera de control.
Recuperación del coral en Bahía de Banderas
El proyecto de restauración en Islas Marietas, que inició sus monitoreos en 2010, había logrado un éxito notable. Tras una campaña de turismo intensivo que afectó gravemente los arrecifes, en 2016 se implementó un programa de restauración formal con el apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y el soporte de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), que incluyó la suspensión temporal del acceso a ciertas zonas como la muy publicitada en redes sociales Playa del Amor.
“Empezamos en 2016 con una cobertura de alrededor del 10% en los seis sitios de monitoreo y para el 2023 ya estábamos en 24%. promedio. Un incremento del 14% en la cobertura de coral. Obviamente con un ordenamiento de las actividades y dándole ese seguimiento y mantenimiento a los corales”, señala el académico.
Nado por las ballenas y el rescate al coral
En 2023 fue particularmente severo y prolongado, causando una mortandad masiva en los corales de la región. Ese 24% en 2023, al final cayó a menos del dos por ciento.
“El año 2023 alcanzó los 32 grados. La zona de coral en las Islas Marietas estuvo resistiendo, hasta que ya no pudo. Hay otra métrica que se utiliza para esto también que está asociado con la temperatura, que es el tiempo o la intensidad a la cual están sometidos a esta alta temperatura”.
Ante este escenario, el equipo de Cupul Magaña, en colaboración con “Nado por las ballenas”, se comprometió a colocar 1,000 nuevos fragmentos de coral. La estrategia de recuperación del coral en Bahía de Banderas tuvo que ser replanteada: los fragmentos de los corales que lograron sobrevivir se recolectan y se llevan a viveros submarinos, unas estructuras de malla colocadas a 20 metros de profundidad, donde la temperatura es más estable y los protege del estrés térmico.
En estos viveros, los corales crecen libres de competidores y depredadores. Tras aproximadamente un año, cuando alcanzan unos 10 centímetros, son trasladados a los sitios de restauración a profundidades de entre 8 y 10 metros.
A la fecha, se ha cumplido la meta de los 1,000 fragmentos; 400 de ellos ya han sido fijados en el sustrato del arrecife, donde comienzan a formar nuevas colonias, mientras que los 600 restantes continúan su crecimiento en los viveros, esperando su turno para repoblar el fondo marino.
Esfuerzo y recursos
Este trabajo es sumamente demandante y requiere de inmersiones constantes para el mantenimiento y monitoreo, un esfuerzo que, a diferencia de la reforestación terrestre, implica una logística y costos considerables.
Los fondos recaudados a través de “Nado por las ballenas” se destinan íntegramente a la recuperación del coral en Bahía de Banderas que incluye: compra de materiales, combustible y logística del proyecto, sin cubrir salarios, como una forma de retribución social por parte de la universidad pública.
Ejemplo mundial
La persistencia de la recuperación del coral en Bahía de Banderas, que supera los 10 años, lo sitúa como uno de los pocos proyectos de restauración a largo plazo a nivel mundial, una característica clave para su éxito.
La recuperación de estos arrecifes no solo es un triunfo para la conservación, sino que rehabilita un ecosistema que funciona como “ingeniero”, construyendo el hábitat que sirve de refugio, zona de alimentación y crianza para innumerables especies marinas, incluyendo depredadores tope como el tiburón punta blanca, cuya presencia indica la salud del sistema.
